Esta historia comienza cuando mi aquel entonces polola y hoy señora, ante mi inconsciencia en la que llegué y boté como si nada, un papel en la calle, me regaña: "¿Cómo se te ocurre botar un papel en la calle..."? No recuerdo cómo termina la reprimenda, pero quedé perplejo. Tenía toda la razón. Hasta ese momento, jamás había pensado que no se bota basura en la calle y en ningún otro lugar que no sea un tarro de basura. De educación ambiental, tenía cero. Muchas otras cosas he aprendido de ella a lo largo de los años. De hecho uno de los piropos que más le gustó de nuestra época de pololeo, fue cuando le dije "me gustan tus ideas".

Y bastó ese sencillo incidente, que me retaran por botar un papel a la calle, para desencadenar una tremenda reflexión sobre la importancia del cuidado del medioambiente y el respeto por el trabajo de quienes cuidan el planeta.

Así comenzó un camino de informarme, aprendizaje, formación y acción. Vino la lectura "de cómo Margarita Flores puede cuidar su salud y ayudar a salvar el planeta" (libro que por supuesto me regaló mi polola, actual señora), ir a la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro en 1992, formar la Comisión de Medio Ambiente de la Feusach e intentar participar en cuanta instancia hubiera para aprender y aportar al cuidado del planeta. Así fué como llegué a Acción Ciudadana por el Medio Ambiente y conocí a la Xime Abogabir. Qué instancia más fantástica y preciosa Acción Ciudadana por el Medio Ambiente. Decenas de organizaciones nos juntábamos en Casa de la Paz en forma voluntaria, 1 vez al mes (si no me falla la memoria), con una agenda concreta de acciones a realizar por el Medio Ambiente. Tremendo aprendizaje, energía y capacidad de ejecución e impacto.

Así transcurrieron mis años universitarios. Qué nostalgia.